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viernes, 11 de diciembre de 2009

3º PARTE

Camino detrás de él por los anchos pasillos repletos de gente. La verdad es que ésta vez avanzo más rápido que antes, es una suerte que vayamos a la misma clase.
Cuando salimos del montón de gente, Alexander se gira y me da la mano. Guau. Me quedo mirando el lugar donde nuestras manos se unen como el que contempla un milagro.
Su mano no es suave y húmeda de sudor (puaj) como la de la mayoría de los estudiantes que hacen deporte, sino que es un poco más áspera y sus dedos son largos y estilizados. Agarrar su mano es como agarrarte a un saliente cuando estás cayendo por un precipicio. Su contacto hace que me olvide de todo lo que me rodea.
Sus dedos se cierran sobre los míos, presionándolos levemente, casi con dulzura. Me muerdo el labio inferior para contener mi felicidad. Y sigo mirando nuestras manos.
Esta vez, el apretón es un poco más fuerte y está empezando a molestarme. Alzo la mirada hacia sus ojos, lo que tampoco es una vista desagradable. Sus labios se mueven, creo que intenta decirme algo...
- Hola... tierra a Lindy, ¿estás bien?- Pregunta él un poco preocupado por mi salud mental. Alexander, no estoy loca, te lo juro. Bueno, quizás un poco. Por ti.
- Eh... sí. Estoy muy bien, ¿por qué? ¿qué pasa?
- El profesor está a punto de llegar, tienes que sentarte en tu sitio.- Miro a mí alrededor desorientada. Estoy en el centro de la sala, sin querer soltar la mano de Alexander. Por suerte, nadie parece darse cuenta de que hemos llegado, salvo Caroline y sus secuaces, que ahora nos miran con sorpresa y el ceño fruncido desde el otro lado de la clase. Sé que está mal decirlo, pero estoy disfrutando bastante con la situación.
- Aja, perdona. Estaba pensando en unas cosas y se me a olvidado dónde estábamos.
- ¿En qué estabas pensando?
Me encojo de hombros dándole a entender que no voy a decírselo y haciéndome la interesante.
Alexander me dedica una sonrisa pícara, sacude la cabeza y va hacia su sitio.
Yo me quedo ahí plantada, con una sonrisa estúpida en el rostro, viendo cómo él saca sus libros de la mochila y la deja en el suelo.
Luego me dirijo hacia mi sitio para esperar al señor Barner, como hacen todos los demás. Espero que mi día evolucione de una manera menos monótona, sino, las clases se me van a hacer eternas...
O casi eternas. ¡Bien!, por fin es la hora del almuerzo.
Hoy me toca comer en casa así que voy a tener más tiempo de descansar. Y de pensar.
En cuanto la campana (bendita campana) nos indica que podemos salir, soy la primera en hacerlo. Necesito ver a Alexander.
Llevo toda la mañana en ascuas sin saber que es eso tan importante que quería decirme.
Le encuentro guardando los libros en su taquilla.
- ¡Alexander!
- Eh, Lindy, ¿qué pasa? Vas a una velocidad impresionante.
Me mira sonriente y acaba de guardar sus libros. Cuando lo hace, se gira hacia mí.
- Lo sé. Es que antes ibas a pedirme una cosa y ya sabes lo impaciente que soy así que llevo toda la mañana pensando en ello.
- Pues espero no decepcionarte- dice riendo- porque para que hayas estado toda la mañana esperándolo... tiene que ser importante para ti, al menos.
Hola, despierta Alexander. Todo lo que tú tengas que decirme es importante, y crucial...
- Bueno, lo que iba a pedirte es...- Vamos, avanza, venga, no puedo esperar ni un segundo más, dilo..- Si quieres venir al baile conmigo mañana.
¿QUÉ? ¿Qué si quiero ir? ¿Al baile? ¿Contigo? ¡Si! ¡Por supuesto!
- ¿Al baile?
- Sí, ya sabes, el de la fiesta de Halloween que se celebra aquí.
De hecho, sé perfectamente a qué se refiere, pero mi mente no puede procesarlo aún.
- Y bien, que opinas.
- Sí- digo automáticamente.- Claro que sí, por supuesto, sí que quiero ir contigo.
Alexander parece realmente feliz. Y yo también. Lo soy. Muy. Feliz.
- De acuerdo, pues paso a buscarte a las siete. Pero avisa a tu madre de que va a durar bastante.
No pienso avisarle. A ella no le importa.
- Sí, yo se lo digo, vale.
Estoy que doy botes de pura felicidad. Ja, esto le va a enseñar a Caroline que ella no es el centro del mundo. Sí, probablemente tenga una profunda depresión cuando se lo cuente. Y a mi qué. Alexander me ha invitado a la fiesta y eso es lo único que importa.

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