os gusta el nuevo relato sueños de una cazadora??

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domingo, 27 de diciembre de 2009

8º parte¡¡

Ola¡¡¡ siento haber estado tanto tiempo sin escribir. Bueno, el caso es k aki vengo cn una parte más que espero k os guste por que la cosa se empieza poner interesante¡¡¡¡ agradecería vuestros comentarios. bueno, un besazo a todas (aunque no sepa exactamente kn sois) espero k os guste¡¡¡¡



Un silencio sepulcral inunda el lugar en el que estoy. La oscuridad abarca todo cuanto no está iluminado por la tenue luz que aporta la luna. No sé que hago... dónde estoy... estoy confusa y eso es todo lo que sé de momento.
Apoyo una mano en el suelo con la intención de levantarme y noto pequeñas piedrecillas clavándose sin piedad en mi piel. Miro a mi alrededor con extrañeza, pero entonces mi rostro vuelve a perder color. Este es el viejo cementerio que está al lado de la carretera. Lo sé porque yo solía venir aquí con Caroline. Caroline... mis recuerdos me parecen muy lejanos, tanto que me duele recordarlos. Además, estoy tan cansada... Pero, ¿qué hago yo aquí? Yo jamás vendría por voluntad propia y algo me dice que Caroline y Alexander no tienen nada que ver con esto. Un momento... percibo algo. Algo me acecha en la oscuridad, lo sé, y me pone muy nerviosa. De mi boca sale de repente un gruñido que me deja paralizada. Esa no he podido ser yo, madre mía, ¿qué me está pasando? Me levanto rápidamente y entre jadeos y echo a andar a zancadas hacia un parque que hay al otro lado de la carretera. Siempre me ha gustado ese parque, me hace sentir como si estuviera en casa. Justo cuando estoy alcanzando los límites del cementerio vuelvo a sentir una presencia. Algo o alguien me está siguiendo, y sea lo que sea me pone los pelos de punta. Acelero el paso, pero en seguida me doy cuenta de que no es suficiente y echo a correr. Corro lo más rápido que puedo hasta que alcanzo el parque, entonces me dejo caer junto a un árbol. Aún estoy jadeando por el esfuerzo. Cierro los ojos y giro la cabeza, al abrirlos lo veo, y entonces lo recuerdo todo. La fiesta, Alexander, la marca... y él.
Kyle está de pie enfrente de mí y sonríe. Sonríe de la misma forma en la que sonreía antes, en el baño. Y a pesar de que ya lo he visto antes, me quedo aterrada ante la visión de los perfiles curvos que adornan su sonrisa.
Kyle se acerca lentamente a mí, pero apenas soy consciente de ello ya que no puedo apartar la mirada de sus profundos ojos rojos, que lanzan destellos a medida que se aproximan al claro de luz de luna en el que me encuentro.
Se acerca cada vez más hasta quedarse de cuclillas a mi lado. Entonces soy consciente del frío que hace a mi alrededor, tanto que puedo ver con mis propios ojos el vaho que expulsa mi boca. Me aterra tenerlo tan cerca, tanto que puedo hasta tocarle con sólo estirar mis dedos. Él, ajeno a todo lo que pasa por mi mente me agarra de la nuca y me atrae hacia sí.
Y, de repente, todo lo que yo mas temo comienza.
Siento sus fríos y despiadados labios sobre mi piel, acariciantes, prometiendo que lo que va a suceder a continuación no va a doler, que no voy a sufrir... pero yo sé que no es verdad. Lentamente sus labios se abren, dejando paso a dos largos y afilados colmillos, que se clavan sin miramientos en la piel de mi cuello. Todo a mi alrededor se mueve, da vueltas. Puedo oír vagamente el murmullo del viento y aullidos cerca, pero ahora mismo no es la mayor de mis preocupaciones, pues, a cada momento que pasa, sus colmillos se clavan con mas firmeza en mi piel, robándome poco a poco mi vida y duele tanto... Sus labios presionan furiosamente contra mi piel, buscando alimento, buscando vivir eternamente, pero no puedo dárselo... tengo que parar. Intento incorporarme, pero el peso de su cuerpo hace que el mío propio se incline, y no puedo luchar contra eso. Mis brazos buscan algo a lo que adherirse, pero estoy tan débil... empieza a faltarme el aire. Sólo necesito un momento de distracción, un poco de vacilación por su parte, sólo un momento. Con unas pocas fuerzas que no se de dónde saco, inclino la cabeza hacia mi brazo derecho y me quedo helada. La mancha negra que antes tenía el tamaño de una nuez se extiende a una velocidad alarmante por todo mi cuerpo. Ahora, la mitad de mi cuerpo se camufla perfectamente con la noche y me hace parecer prácticamente invisible. De repente todo frena, el dolor desaparece. Levanto la mirada de nuevo, aturdida, y me quedo helada. Estamos rodeados, no sé exactamente de qué, pero sé vamos a morir, lo sé. Mi respiración se acelera, tengo el cerebro colapsado, no sé que hacer, no sé que hacer... el aire vuelve a faltarme. Entonces, me doy cuenta del error que estoy cometiendo. ¡Maldita sea! Es mi momento, ahora. Con las últimas fuerzas que me quedan me levanto y corro. Corro como nunca lo he hecho. Sin mirar atrás, tropezando constantemente y sin dejar de levantarme. Corro desesperadamente hacia la vieja carretera que me lleva al cementerio de nuevo, mi hogar a partir de ahora.
Una vez allí, con el único apoyo de una cruz gótica y oxidada, lloro. Es algo que casi nunca había hecho, o al menos, no de este modo. Pero, al fin y al cabo, ¿qué mejor forma que llorar para echar de menos a esa luz que nunca más volveré a ver? Además, no pierdo nada. Hace tanto frío y estoy tan, tan sola...
Mi último pensamiento antes de que toda mi piel se vuelva negra como la noche misma está dirigido a...

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